Todo lo miro con sus ojos, azul
castaño. Los árboles, de blanco y rosa pintados. El agua calma, presa de verde
sitiada. El hiriente sol que se alivia por las estrellas. Hay belleza por
doquier, hasta en su voz. El viento de la noche mece la cuna de su ausencia,
convirtiéndola en cama demasiado grande. Amanece su recuerdo sin apenas haber
cerrado los oídos. Se enciende un nuevo día, me lavo la cara y me pinto su
sonrisa. Me gusta estar guapo…

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