Refugiado en mi camarote, sin miedo,
abrazado a mis nítidos recuerdos.
Fuera ruge el viento y golpea la lluvia
en mis adentros, de manera furiosa.
Tengo la tormenta justo encima
y apenas puedo permanecer acostado.
Me siento azotado y zarandeado,
de una imagen a otra, a una velocidad
alucinante, huracanada, bestial.
Siento tu brava presencia a 39 nudos,
uno por año, llegando casi al naufragio.
Agotado salgo al exterior, la lluvia amaina,
sólo veo una silla volcada, el navío no
ha sufrido daños, aunque el agua salada
inunda la bodega. Amanece y me dispongo
a seguir navegando, tras achicar mi tormenta,
una vez más...