A veces, bastantes, el escritor se enfrenta a solas a un complicado embarazo. Puede que de salida incluso no sea deseado. Quizás sólo fue un cruce de miradas que germinó en él. Pasan los días, lentamente, y las evidencias crecen. Pese a que su lápiz no para de escribir, no merma, sigue abultando por momentos. Así pasan los días, hasta que llega el momento del parto que, lejos de aliviarle, le hace gritar de dolor. Su obra, desnuda, mojada y escandalosa, yace sobre el papel. Él la mira asustado y triste, está condenado a quererla pese a que no fue deseada...