Ya no duele el dolor,
duele la falta de color.
El color de la ausencia
y el de la presencia.
El color del día que se
diluye, el de la noche
que no se intuye. Sí,
ya no duele el dolor,
duele la falta de color.
El color de tus caricias,
el de tu pelo y el ya
apagado color de tu sonrisa.
Ya no duele el dolor,
duele la falta de color.
El color del llanto y
el de tu dolor.
¡Cuánto duele tu color!
2 comentarios:
Como siempre, LO BORDAS
Fabián
Es tristemente cierto que a veces nos quedamos sin ver ni oler y ni siquiera sentir... Pero el cielo siempre, siempre es azul y de nuevo un día recuperamos toda aquella "sensibilidad perdida".
Esa insensibilidad es transitoria... sino lo creyera así, me faltaría coraje para seguir adelante en muchas ocasiones...
Lo clavaste...!
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