Nuestras últimas navidades eran especiales. Ambos acostados a las 9 de la noche huyendo de la felicidad impuesta. Siempre poniendo el mismo achaque a los demás. Tú decías que no me querías dejar solo y yo que no te iba a dejar sola a ti. Así que los dos encamaos a las 9 de la noche. Nada de tele ni radio, compartiendo silencio, sólo roto con algún que otro jipío de los tuyos o cuando entrabas en barrena en esos acompasados ronquidos tuyos que tanto me alimentaban. De vez en cuando despertabas y trás tu: ¿cómo estás hijo? Yo te decía: ¿hace cafelito y hojaldrina? Joer, nunca me dijiste que no, fuera la hora que fuera. Me levantaba y lo preparaba para los dos. Al poco se te soltaba la lengua y me contabas cosas que me consta sólo compartías conmigo. Siempre me decías que estabas harta de vivir y al poco me decías que siempre estarías a mi lado. Yo te decía , joer pero si te quieres morir. Tú me contestabas ¡Yo que me voy a morir! Sí, Gordita, me lo pasaba muy bien en nuestros nocturnos paseos juntos. Ahora, con el tema de la radio, no hay día que no piense en ti. Te imagino en tu cuarto a solas, con mi vacía cama junto a ti pero oyéndome hablarte por la radio, dos horas diarias de nocturna compaña. Sobre las siete de la mañana ya te levantabas y te ibas a asearte, yo iba detrás tuya, a hurtadillas, para ver que todo iba bien. De la misma manera me volvía a la cama. Al poco te sentía con tu fregoteo en la cocina y a la ná ya aparecías en nuestro cuarto con mi taza de café al ritmo que le marcaba el temblique de tus manos. ¡Nunca oiré ritmo más sabrosón! Esta Navidad fue igual que las anteriores, nos acostamos en silencio al mismo tiempo. Charlamos de nuestras cosas una vez más, nos reimos de las mismas cosas, pero hay algo que no salió igual. Tras una noche feliz compartiendo nuestras secretas cuitas, te levantaste a por mi cafelito y no volviste. Me quedé horas esperando que me trajeras el cafelillo, aunque fuera con sacarina. Pensé que no te había escuchado porque me habría quedado dormido y como otras veces me lo habías dejado en la mesilla. Pero no, al abrir los ojos, ni estaba el frío café ni tu cama deshecha. Tu cama estaba lejos, vacía en el frío mar.
Tardé en comprobar que nuestras navidades ya no serían iguales. Esta era nuestra primera navidad diferente.
P.D.: No te preocupes, me he comido yo los dos kilos de hojaldrinas.
4 comentarios:
Entrañable escena navideña...
El poder tener esos recuerdos es un privilegio.
Podrías haber invitao a hojaldrinas, no? abusón... 2 kg. pa tí sólo!!
Al menos tu, puedes exteriorizarlo, a mi me es imposible.
Hola!. Me gusta vuestro blog. Soy andaluz y me conmueve ese himno de Andalucía cantado por Rocío. Saludos. Me he unido a "Seguidores" y espero que os guste mi blog y nos leamos a menudo.
Lo he leido y por un momento me he transportado en el recuerdo. Me doy cuenta que he de leerte más amenudo.
Saludos y gracias.
Jesus M.
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