Llegó la estación más sincera, la que se desnuda para mostrarse tal como es, sin engaños. La de los ocres colores, la que invita a sentir crujir los caminos. La que se deshace de viejas hojas, escritas o no, con la intención de abonar nuevos sentimientos. La que mengua la luz del día e invita a compartir historias. La que te recuerda que todo amor es posible, pese al paso del tiempo. La que te enseña que toda edad ofrece sus frutos, sus aromas, sus sueños... y amarneció otoño, a su lado.
Que yo sepa cambiar una bombilla fundida no quiere decir que sea electricista. Que sepa reparar una cisterna no me hace fontanero. Por tanto, que sepa hilvanar letras no me hace poeta. Eso sí, pocas veces se quedará a oscuras mi lápiz y menos aún, se me inundará el papel... flotaré mis escritos, pese a las tormentas...