El
mar estaba hoy embravecido, demasiado ruidoso. Se mezclaba el sonido
de las olas con los gritos de aquellos niños y niñas que ya dejaron
de serlo. Más adentro el mar se notaba más calmo, quizás porque
ella navegaba por aquella zona, evitando que yo encallara al tratar
de buscarla. Mi mujer caminaba cerca, buscando habitas. Yo, un lugar
donde habitar mis inquietudes. Me siento totalmente desubicado, con
el cuerpo totalmente desmembrado. Mi cabeza, en miles de sitios, el
corazón allí donde se cruzan los vientos. Mis pies, a la deriva. La
mirada vagando en el distraído horizonte. Noto como, poco a poco, mi
yo se va abarrotando cada vez más, no hay vuelta atrás, ando
perdido y, prácticamente, sin ganas ya de buscar algo que me
ilusione.
¡Huy,
mira, una estrellita de mar!