Resulta que cuando sonreía le sonreía a él.
Los mensajes que yo anhelaba eran para él.
Cuando cantaba le cantaba a él.
Cuando lloraba las lágrimas eran para él.
Cuando se despidió de él, el adiós fue para mí.
Desde entonces he perdido la sonrisa y las
ganas de cantar. Mis lágrimas no las quiere nadie y el mensaje está en la botella.
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