Cuando me paro a hablar de mí conmigo oigo el hondo vacío del pasado: una llave de plomo cae al agua. Y si quiero cifrar en la memoria una sola presencia permanente en la niebla confusa de mi vida, allí apareces tú, la más sombría, la que nunca se entrega, la que huye, la que arroja la llave y, cerrando unas puertas invisibles, me condena a vivir entre estos muros, oyéndome mi voz, la que me dicta lo que nunca seré, la equivocada travesía de mí conmigo mismo. La luna desvaída, con aspecto de enferma, y un frasco de pastillas en la mesa, papeles tachados, abiertos los libros, y colillas, y en la mente el mapa del lugar en que alguien aún te espera. Despacio, en la ventana, derrama ya la luz su plata turbia. Las sábanas caídas por el suelo, los zapatos, en medio de la habitación. La luna huye temblando. La noche inacabable, consejera de lo oscuro, se multiplica en el reloj, insonoramente lento, como pasos de un autómata insomne que recorre los pasillos de mi absurdo habitáculo. Es el sonido helado de mi corazón que nunca se termina pues para amanecer no queda luz ni tiempo para inventarla, y el reloj sigue multiplicando el aire muerto de la noche sin fin que sobrevive al alba y a somníferos...
viernes, 28 de septiembre de 2012
lunes, 24 de septiembre de 2012
El amor después del amor...
Cuando terminamos de hacer el amor, una vez recuperado el resuello, la suelo mirar a los ojos. Es entonces cuando me doy cuenta de que no hemos terminado de hacerlo...
sábado, 22 de septiembre de 2012
Otoño...
Y llega la estación en la que la mayoría de los árboles empiezan a practicar el nudismo. Se desprenden de los las hojas que cubrieron su esqueleto durante un par de estaciones. Yo también necesito desprenderme de esas hojas con las que me protegía, con las que me defendía. Al igual que los sufridos árboles yo me he de preparar para un duro invierno. Tenemos toda una estación para fortalecernos y enfrentarnos al frío. Descansemos, hermano árbol, estamos en otoño, aletarguemos nuestros cuerpos, ahorremos savia. Aprovechemos para soñar nuevas hojas. Tenemos que estar fuertes para la próxima primavera. Entonces nos vestiremos de nuevo con nuestras mejores galas. Por cierto hermano, me encanta tu desnudez, luces hermoso, sin engaños. Vestido, tienes color. Desnudo, valor.
jueves, 13 de septiembre de 2012
Ya está bien, joder...
Hasta las narices estoy ya de banderitas, uniformes, himnos, nacionalismos y nacionalidades. Yo, ante todo, soy persona. Una persona que se pasa por el forro de los mismísimos los papeles y banderas. Os puedo asegurar que a lo largo de mis apurados años no he visto u oído a un gorrión que píe en andaluz o en catalán. Tampoco a perros que ladren en alemán, japonés o en zulú. Por supuesto tampoco vi aves migratorias con los colores de sus respectivos países pintados bajo sus alas. Cuando éstas mismas aves a llegan a la península comen juntas, sin preguntarse de dónde proceden y todas, absolutamente todas, vigilan y dan la voz de alarma cuando presienten un peligro. Aprendamos de los niños, cuando juegan juntos se llaman unos a otros por sus nombres. No dicen el magrebí, el francés o el italiano. Tampoco dicen el judío o el musulmán. Juegan juntos, simplemente. Lógicamente tienen sus piques pero al día siguiente se reúnen de nuevo y vuelven a jugar sin problemas. Repito, soy una persona que pasa de nacionalidades. Sólo cuando levanten, ojalá que nunca, un muro de 30 mts alrededor del país, sólo entonces gritaré que SOY PRESO DE ESPAÑA. Repito, soy yo, con todas mis consecuencias. No soy ni de izquierdas ni de derechas, ni del norte ni del sur. Soy, simplemente, una persona que tiene la sangre roja, COMO TODOS/AS.
martes, 11 de septiembre de 2012
Mi querido y viejo olivo...
Llorando, durante días, le decía al viejo y agonizante olivo que me apenaría mucho su muerte. Él le había dado sus frutos y buena sombra a mi familia durante generaciones. Él me contestaba diciendo que, cuando muriera, nos seguiría sirviendo durante un tiempo ya que, con su rica leña, nos calentaría en el frío invierno. Eso me apenaba aún más, le contestaba yo, una vez quemado, ya no serás nada, sólo cenizas. Entonces me dijo:
Cuando sea sólo cenizas, coge éstas, dilúyelas en parte de mi propio aceite y con él, escríbeme un bello poema, de esta manera, nunca moriré. En ello estoy, viejo amigo.
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