viernes, 22 de abril de 2011

Querida mamá

Querida mamá:
Llevo varios días con una necesidad imperiosa de tenerte a mi lado. Es de todos conocida la dependencia que todo bebé tiene hacia los pechos maternos. El hambre, el miedo e incluso ciertos dolores son mitigados en gran medida con el sólo hecho de apoyar la cabeza del bebé sobre el pecho de la madre. El ritmo cardíaco de éstas les transmite paz y seguridad. Ya hace dos años que te marchaste y cada día que pasa te echo más de menos. He pasado momentos muy duros, aún los sigo pasando. He perdido personas muy importantes y queridas por mí. Coincide además tu ausencia con la Semana Santa que siempre pasábamos juntos, a solas. En la salita viendo sin ver la tele. Aquella habitación es para mí lo más parecido al vientre materno en la época fetal. Sí mamá, ese cuarto era para mí tu útero con muebles. Allí pasábamos largas horas saboreando nuestros silencios. Me encantaba verte dar cabezadas allí sentada. Se te veía tranquila y relajada, con esa imagen me relajaba yo también. De vez en vez me asaltaba la pena al pensar que no tardaría en llegar el día en que no te despertaras de una de esas cabezaditas. Y llegó mamá, llegó.
Acabo de sufrir otra dolorosa pérdida, y lo que es peor, he perdido la ilusión y el norte. Toca volver a casa, a ese útero sin vida. Me aterra la idea y eso me lleva a otra reflexión. Todos hemos oído alguna vez casos de mujeres que están clínicamente muertas pero la ciencia les sigue manteniendo con vida de manera artificial porque están embarazadas y tratan de salvar al crío. Cuando consideran que el feto puede sobrevivir por sus propios medios dejan a la madre en paz y al poco muere. Pues bien, la pregunta es si esos bebés llegan a notar la falta de comunicación con sus mamás durante el periodo fetal. Imagino que no debe ser fácil estar dentro del seno materno sin recibir noticias del mundo exterior a través de los estados de ánimo de la progenitora. Pues bien, esa es la sensación que tengo ahora al pensar que vuelvo a aquella casa. Aunque sea el mismo útero aparentemente, no lo es en realidad. No sentiré tus musicales latidos ni tu profundo respirar con el que me sentía acunado.
Tampoco oiré tu siempre juvenil voz demandando el cafetito con

“cualquiercosadelasquevendenenlaconfiteríadeabajosinazúcarquemeriñetuhermano”.
Me he llevado casi toda la vida buscando la soledad y ahora me encuentro mal al sentirme solo de verdad. Sólo me queda un presente lleno de ausentes que me van a convertir en un ausente poco presente.
Besos

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