Tiene frío mi voz, y tú no estás. Mis manos heladas están, anhelando el forro de tu piel. Mis piernas andan con el síndrome de las piernas inquietas, deseando ser atadas por las tuyas. Mis ojos navegan ciegos en la oscuridad, esperando ser iluminados por los tuyos. Mis secos labios mueren de sed, deseando beber de los tuyos. Sí, necesito beber tus besos aunque, lejos de calmarme, me provoquen un afán aún mayor. Acá te espero, tendido, con los cristales rotos. Ven y tápame la voz...
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