Tristes y amargados están los naranjos callejeros de mi ciudad. A pesar de la contaminación que les ofrecemos ellos nos regalan cada primavera su blanco y aromático azahar. Se dejan clavar en sus troncos toda clase de publicidad, sin rechistar. En fiestas dejan invadir sus ramas por luces de colores, casi nunca acertadas. Con esfuerzo, sin ningún tipo de ayuda, nos regalan miles y miles de naranjas de gratuita manera. Naranjas que nosotros les arrancamos de manera bestial, dándoles tirones salvajes que arrastran tanto fruto como ramas. Naranjas desinteresadas que nosotros desechamos sin valorarlas. Tristes naranjas que, mezcladas con azúcar, podrían convertirse en zumo o mermeladas, como antaño. Sí, tienen nuestros callejeros naranjos motivos para estar tristes…
1 comentario:
Tienes razón más que amargos,que también,están amargados en tu ciudad y en la mía.
Ginger
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