domingo, 21 de febrero de 2016

Se me muere una sonrisa...

Qué triste es tener que robar una sonrisa. Peor aún que tener que mendigarla. Es lo que yo suelo llamar la felicidad amarga. Pocas son las personas que se dan cuenta que, a diario, regalo lo que no tengo. Triste es pensar que, quizás, me están pensando con tristeza o, peor aún, que ni siquiera me piensan. Si por el contrario me piensan felices, más infeliz me hacen por no poder compartir juntos ese sentimiento. Sentirse un menesteroso de caricias no es nada grato, tampoco lo es tener miles de abrazos no otorgados. Es por ello por lo que trato de regalar sonrisas a diario. Porque ya no me cabe más amor en la despensa. Prefiero regalarlas a desconocidos antes de que se me pochen y acaben provocando mal dolor. Sí, es demasiado triste tener que robar algo que no cuesta nada y que, a su vez, tiene tanto valor.
Sonríeme una lágrima mientras se me muere una sonrisa más.

No hay comentarios: