A la gente le encanta adiestrar, domar o desbravar. Yo, por el contrario, disfruto devolviendo la libertad a los lápices cautivos. Quiero que vuelvan a ser salvajes, que campen a sus anchas por mares, ríos y montañas. Que si acuden a mí es porque saben que en mí sólo encontrarán caricias, incluso puede que sean ellos los que me domeñen a mí...
No me importaría que me sacaran a pasear, bolsita en mano...
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