Paseé mi ávido aliento y mi voz
por tus ansiosos y húmedos labios...
Al poco se desató una fiera marejada
que provocó la bestial resaca que me
hundió en tus cálidas profundidades…
Pese a ello no me arrepiento, no,
ni soy el santo Jonás ni soy ninivita,
ni paloma ni pez...
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