Iba caminando por mi noche cuando de pronto me iluminó una luz traicionera. Todos los noctámbulos pudieron ver mi cara. Me sentí desnudo e indefenso. Sin poderlo evitar me puse a gritar:
- ¡Por favor, apaguen la luz!
No quiero que nada me ilumine. Soy feliz en mi oscuridad. Yo no veo pero tampoco me ven a mí. No necesito la luz del sol. La luz que me alimenta la llevo dentro de mí. Sólo yo la veo y la siento. ¿Para qué quiere la luz un ciego?
Soy un invidente que todo lo ve. Simplemente utilizo el tacto en vez de la vista. Prefiero abrazar y sentir a alguien que verlo. Todos los días puedes ver a mucha gente, pero ¿cuántas veces puedes abrazar a ese ser querido que se escapa de tu mente?