Por fin la luna me dio permiso para pasar una noche alejada de ella. Me dejó dormir lejos por vez primera en mucho tiempo. Me dio consejos sobre cómo actuar, no quería que me enfadara con ella como hice con el sol. Se sentía insegura, temía que la abandonara. No le importaba que hiciera el amor con otra pero me pidió, encarecidamente, que no mirara directamente a esa mujer a los ojos. La luna me explicó, con amor, que aquella mujer tenía un sol y una luna por ojos, que evitara mirarla a los ojos si no quería quedar cautivo de su piel. Le dije que no temiera, que le sería fiel siempre, jamás cambiaría mi luna por mujer alguna. Ella fue mi fiel compañera durante años. Pero nada sucede como teníamos planeado. En un momento de la noche, aquella mujer pronunció mi nombre y, sin darme cuenta, la miré a los ojos. Tenía razón mi luna, desde aquel instante quedé prisionero, "abarrotado" de amor.
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